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Ya en el siglo V. el archidiácono, como asistente principal del obispo, comenzó a asumir cierto poder y a desarrollar el oficio eclesiástico. La administración de los recursos económicos y de las propiedades de la Iglesia estaba a su cargo, así como el cuidado de los pobres, y también mantenía la bolsa de ahorro de la comunidad. Una vez que su poder crecía, el obispo lo ordenaba presbítero y con ello el archidiácono perdía su oficio y su poder, por esto muchos de ellos se negaban a ser ordenados presbíteros.

 

Cuando la Iglesia llega al siglo V, el oficio y el ministerio del diácono, ya como el primer grado del sacerdocio, es solamente un escalón, en requisito para el sacerdocio ministerial que formará parte de la jerarquía de la Iglesia.

 

Después de un gran silencio hasta el Concilio de Trento, se propuso una reforma del orden. Debatido durante el tercer período de sesiones, extremadamente largo, cargado de tensiones e influencias políticas, en donde lo menos importante eran las órdenes inferiores al presbiterado.

 

El Concilio de Trento (1545 – 63) creó una legislación que reformo y limitó el poder del los archidiáconos. A principios del siglo XVII el oficio y puesto del archidiácono se redujo a maestro de ceremonias en las liturgias pontificales. Uno de los últimos vestigios del oficio del archidiácono es el papel que el diácono ejerce en la liturgia de ordenación cuando presenta al obispo los candidatos a ser ordenados presbíteros.

 

Todos los grados del Sacramento del Orden están relacionados de alguna manera con la celebración y administración de la Eucaristía». El Orden fue instituido por Cristo en la Última Cena (Lc. 22,19) mediante la concesión de la potestad a los Apóstoles, para perdonar los pecados (Jn. 22, 2 s); la elección de los siete Diáconos y la misión de Pablo y Bernabé confirman su existencia en la Iglesia primitiva. Por el carácter indeleble que imprime, no puede reiterarse ni conferirse tampoco por un tiempo determinado, y este Sacramento distingue al sacerdocio ministerial de la «participación de todos los fieles en el sacerdocio de Cristo.» [10]

 

Durante algunos siglos el tema del diaconado permanente no se aborda, por el contrario, el Orden del diaconado existía en la Iglesia Occidental sólo para candidatos aspirantes a la ordenación sacerdotal, hasta poco antes del Concilio Vaticano II, tema que abordaremos en el siguiente artículo.

 

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