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                      Historia Del Diaconado

Los Padres de la Iglesia reconocieron los tres grados y los consideraron esenciales en la estructura e identidad de la Iglesia. San Ignacio Obispo de Antioquia en una de sus cartas escribe que la comunidad sin el triple ministerio no se podía llamar Iglesia (Carta a los tralianos 2, 1-3). En sus cartas San Ignacio de Antioquia se indica de manera especial que los diáconos fueron considerados “asistentes” del obispo, dando a entender que los diáconos funcionaban típicamente de dos maneras: escribían cartas para el obispo y lo asistían en el ministerio de la Palabra. Sirviendo al mismo tiempo como delegado del obispo ante la comunidad local o foránea. El diácono era: “los ojos, los oídos, la boca, el corazón y el alma del obispo” (DidascaliaApostolorum, II, 44, 4).

 

Los diáconos también daban asistencia, en nombre del obispo, a los pobres y necesitados de la comunidad, subrayándose con el tiempo la fuerte relación entre el diácono y el obispo. Algunos documentos antiguos toman en cuenta que los diáconos eran ordenados para los ministerios nombrados por el obispo; ministerios que el obispo había indicado necesarios para la Iglesia. En tiempos modernos, el teólogo Kart Rahner ha indicado que el punto clave del ministerio de los diáconos es dar asistencia a aquellos que dirigen la Iglesia. En la terminología de hoy, se pude decir que los diáconos son las personas especiales que realizan las asignaciones del obispo a obras indicadas por él. Los diáconos eran servidores de la comunidad bajo las órdenes directas del obispo que presidía la comunidad.

 

Aunque el diaconado floreció durante los siglos II, las raíces de su decadencia y desaparición comienzan a surgir en el siglo III, como veremos más adelante, Es importante reconocer que la desaparición del diaconado fue un proceso complicado que se prolongo durante varios siglos. Sin embargo se debe tomar en cuenta que no hubo una sola razón que diera explicación clara a lo que ocurrió, pues hubo elementos que contribuyeron a tal decadencia: los presbíteros y los diáconos pasaron una crisis de identidad debido a la sacralización del presbiterio; y también comenzó a surgir una actitud negativa de parte de los presbíteros cuando comenzaron a ejercer varias funciones de los obispos, en particular la asamblea eucarística. Los presbíteros no entendían porque los diáconos no estaban sujetos a su autoridad y por qué ellos no les asistían como lo hacían con los obispos.

 

La medida de la autoridad y la importancia del oficio del diácono en la Iglesia pueden verse en el número de diáconos elegidos como sucesores de Pedro. De sus 37 sucesores, elegidos entre 432 – 648 D. C., solamente tres habían sido presbíteros antes de su elección al episcopado de Roma, Y, dado que el presbiterado no era cargo religioso, el presbítero era una persona a que se le consideraba parte importante de la comunidad.

 

En el Concilio de Elvira, celebrado al inicio del siglo IV, se pone de manifiesto que había diáconos rigiendo comunidades en ausencia de obispos o presbíteros, ya que se dispone normas prácticas en la administración del Bautismo:

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